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Agradezco primeramente a mi vieja. Ella, responsable del primer Celeron con 128 megas de RAM y 40 GB de disco que tuve hace más de 20 años, ayudó a que yo, hijo de un obrero y una maestra, pueda dedicarme a lo que me gusta, que es sistemas. Hice de todo: dev .NET, finanzas, data e, incluso, tirarme a pozos con arañas pollito para revisar cables.

Ah, toda una experiencia.

En mis años de estudiante, quería trabajar sea como sea, para irme de casa y poder independizarme, cosa que logré (salvo de Internet). Obviamente, mientras uno crece y le va medianamente bien, empieza a exigir. De “lo que me pagues está bien” a los 21, a “si no me pagás para el 10 hay recargo automático por intereses” actual. La chapa permite eso.

En ese sentido, desde que dejé Perficient hace ya año y medio (empresa a la que encantado volvería), no volví a trabajar para empresas con alguna sede legal en Argentina. Y puedo decir, sin miedo a equivocarme, que hace casi 10 años que mis clientes principales y que me permiten comer, en relación de dependencia o ahora prestando servicios, no son argentinos.

Solamente tengo un cliente en Rosario, con el que trabajo realmente por interés y estar algo más atento al ecosistema de los negocios de la ciudad. Pero es cierto que no estoy buscando activamente clientes.

Te voy a contar más o menos por qué.

Los sueldos son muy extraños

En sistemas, hay sueldos de todo tipo. Desde muchachos que cobran 800.000 pesos, seniors en lo suyo, hasta aquellos que ganan arriba de 10 millones por sí solos. Sin embargo, en Argentina encontrás toda clase de contratos: desde aquellos que te aumentan esporádicamente y a dedo, a otras cuyo aumento está atado a la variación del dolar.

Además, sobre esto, no hay un sindicato de sistemas, o paritarias para el sector. Hay quien está a favor, y quien está en contra, aunque para mí es algo a repensar ese temita de la participación en las ganancias.

Quizás, si trabajase en relación de dependencia para una GRAN empresa, ganaría bien. Sin embargo, algo que no extraño es el juego corporativo. Desde que dejé Accenture, hace poco menos de 5 años (al momento de escribir esta nota, se cumplen exactamente 10 desde que ingresé), mi paz mental creció infinitamente. Estar pendiente de los ascensos, las promociones y esa fantochada de poner la zanahoria en frente de los empleados es algo que, si bien entiendo, no aceptaría más.

“¿Pero por qué entonces no tenés clientes en Argentina?” Excelente pregunta Martín. Vamos a analizarlo.

Viajar a Punta Cana sí, organizar la empresa no

Los que trabajaron para Pymes de más de 10 personas, saben lo complicado que se vuelve el manejo de una empresa a pesar de sus dueños. Siempre ausentes, con alguna excusa de viaje (jamás de trabajo) traban la operatoria normal y natural esperada de una empresa seria. Hasta me hicieron esperar un pago porque mi cliente estaba en… Europa.

Ni hablar acerca de innovación tecnológica en informática, área de mi expertise, donde cuesta incluso poner 10 dólares para fidelizar a un cliente.

Además, tenemos una cultura empresarial de negociar hasta el último centavo: “¿me hacés un descuento?” es una frase que todos escuchamos. Entonces uno prepara sus presupuestos previendo estos comentarios: infla los precios, o en la contraoferta sube el valor de accesorios o detalla claramente los alcances.

El argentino siempre fue de cuidar hasta el último peso. Lo entiendo, pero esas decisiones llevan a que las empresas estén, mayormente, atrasadas en innovación, atascadas en el tiempo y sólo esperando a que la competencia se las coma. Bah. En realidad, tiene un as en la manga.

Viven en un country

Los negocios, y sobre todo en ciudades como la mía, se llevan a cabo en un pequeño círculo de gente. Nos conocemos entre todos, y rápidamente podemos pedir referencias. La gestión de los clientes es, en círculos empresarios, más importantes que el resultado del negocio en sí.

No estoy diciendo nada nuevo, y hasta entiendo que sea correcto para la salud de una empresa hacerlo de esta forma: a personas reconocidas, resultados garantizados.

Si uno quiere hacer negocios en Argentina, necesariamente tiene que:

  • Conocer gente
  • Saber negociar (y no firmar cualquier cosa)
  • Atajarse a que nos van a matar con los pagos, tanto en montos como en tiempo
  • Saber lo que uno hace (pero no necesariamente hacerlo bien)

Y yo soy un ermitaño que no sabe hablar con gente. Prefiero cobrar por lo que sé en sistemas, que por sentarme a negociar.

Comentario sobre Ánima: voy a dejar de escribir los viernes. Estos días quedarán para notas invitadas o personas que quieran compartir sus ideas en la plataforma.



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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.