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No sé usted, querido acompañante y lector de este blog, pero a mí las contradicciones en la política me resultan aberrantes. “Nadie resiste un archivo”, rezan los viejos refranes. Y en política, esta frase se comprueba a diario, con insultos dirigidos a quienes hoy son los mejores amigos, viajan juntos y comparten la misma mesa.
Quiero usar al actual gobierno argentino para ejemplificar algo que, para mí, es muy relevante en cualquier relación: la autoridad. Me explico.
Javier Milei es un economista que ha repetido en innumerables ocasiones que es especialista en crecimiento “con y sin dinero”. También ha insistido hasta el hartazgo en que su primer objetivo es erradicar la inflación, utilizando herramientas que hace sonar más complicadas de lo que realmente son: imprimir menos billetes y fijar una tasa de devaluación. Su armado comunicacional fue excelente antes de las elecciones, que efectivamente ganó.
Sin embargo, con el paso de los meses, y como sucede con todo partido en ejercicio del poder, empiezan a evidenciarse las falencias del plan y de quienes lo ejecutan.
Que Javier era un experto en economía se puso en duda cuando promovió lo que, a todas luces, era un claro ejercicio de estafa. Inmediatamente después, varios referentes del mundo cripto salieron a criticar a personas cercanas a Milei, denunciando que se exigía dinero a cambio de su presencia.
Milei ensayó una pésima defensa, argumentando que “solo personas muy expertas en el mundo cripto” podían realizar la compraventa (falso), que “no promocionó la estafa, solo la difundió” (como si hubiera alguna diferencia práctica, además de que el tono fue claramente promocional en los hechos) y que “no la promocionó como presidente, sino desde su cuenta personal” (aquí no puedo más que reírme y decir que mis hermanos adolescentes tienen excusas mucho mejores).
Sin embargo, el problema era más profundo, más grave que una simple excusa: al economista experto se le vio la hilacha. Su autoridad como economista fue inmediatamente cuestionada. ¿Es posible que no sepa tanto como dice? Los hechos invitan a dudarlo.
Como si fuera poco, el principal indicador de su lucha, el índice de inflación, este mes fue más alto que el anterior. Milei ensayó una respuesta poco convincente: “Es estacional por la carne, si no, estaríamos abajo”. ¿Entonces lo opuesto no vale? Si algo bajó más de lo esperado, ¿no debería contarse también para mostrar la inflación “real”?

A quien dice saber, se le da poder y se le exigen resultados. Si la gente salió a la calle, es porque no los ve, sobre todo aquellos a los que dijo que les ajustaba más porque estaban “mejor”: los jubilados.
La congruencia es la base de la autoridad
Anoche, en un casamiento religioso, escuché que la fidelidad es un valor fundamental en ese sacramento. Es decir, si en un matrimonio no hay fidelidad, no es un buen matrimonio. Es simple, tiene sentido. ¿Te casarías para engañar a tu pareja?
Nuestra autoridad ante nuestros pares y clientes se fortalece con las promesas que cumplimos y se debilita con las que no. No solo eso: si hacemos exactamente lo contrario de lo que juramos y somos descubiertos en flagrancia, el daño puede ser irreparable. Un jefe que no dio un aumento, un contrato que no se respetó, un empleado descubierto en una playa cuando dijo que estaba enfermo.
Todos podemos cometer errores. Debemos reconocer lo que nos hace respetados y defenderlo como si fuera todo lo que tenemos. Porque, probablemente, así lo sea.