En una votación popular, normalmente pasa lo siguiente: en un pueblo, pueden votar 100 personas. 20 votaron por un candidato A, 15 por uno B y 5 por uno C. Los otros 60, no votaron.

El sentido común diría que la votación debería hacerse de nuevo. Pero no, gana el candidato A. Esto es porque la abstención no se considera como un voto “positivo”, sólo contándose tales para las elecciones.

Más de la mitad estaba en contra de todos. Pero 20 de 100 pusieron a alguien en el poder. Otros 20 se pronunciaron en contra. Pero, extrañamente, los que no dijeron nada, y pudieron cambiar una realidad, es la mayoría. Esto es, a mi entender, una representación real de la vida en sí misma.

Cuando un presidente de una empresa toma una decisión, si bien puede basarse en las opiniones de sus dirigidos, la decisión es sólo suya. Podemos obviamente entrar en el debate de que se le paga para elegir, de que por algo llegó a ese lugar, y todo lo que se considere necesario. No cambia ese predicamento: uno elije por muchos.

No es posible decidir cada aspecto de la vida: no puedo decidir el valor del peso, no puedo decidir que el auto de en frente me frene de golpe y me lo estampe, no puedo elegir que el cliente decida en sólo una persona guiar a un equipo. Pero puedo definir invertir mi dinero en algo en lugar de que se desvalorice, puedo elegir tomar distancia de los demás autos en la autopista, y claramente, puedo decir lo que me parece lo mejor para mi cliente, porque le debo eso: me paga para darle lo mejor de mí profesionalmente.

No elegir cuando se puede, es en sí, una elección. Elegir el silencio en lugar de interrumpir con una idea, es una elección. El silencio puede ser contado como aceptar el planteo ajeno. Ojo, a veces el silencio es útil, no siempre hablar es la mejor opción. Callarse la boca es mejor que decir una estupidez. De hecho, es una cuestión muy contemporánea esa de opinar sobre absolutamente todo, cumpliendo así el efecto Dunning-Kruger. Nadie se salva de esta ley, ni los grandes directivos gritones.

Sin embargo, por experiencia me hallo más cómodo cuestionando una realidad, que dejándola pasar. “¿Estás seguro que es la mejor solución por las alternativas?” “¿Cómo hacemos para pasar por esto de la mejor manera?”. La pregunta constructiva es mejor que un silencio de aceptación.

Preparémonos para que cuando haya que elegir, podamos hablar. Para quedarnos callados, le hubiesen pagado a un cactus.

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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.