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(La parte uno, de hace unos meses, la encontrás acá: Sesgos – Ánimadata.com)
Cristina Fernández de Kirchner está presa. Una presa con wifi, con redes y con servicio doméstico, pero, judicialmente, presa, en circunstancias acordes a su edad y relevancia pública.
Mi opinión personal sobre si esta política merece o no estar presa me la guardo para mí, porque no es relevante para el punto, pero sí quiero tomarla de ejemplo para marcar un hecho, cuanto menos, curioso.
Algunos allegados, amigos y familiares tomaron una posición declarada, a favor del “encarcelamiento”. Los de un lado, sostienen, sin muchas pruebas, que “se robó medio PBI“, cuando la devolución solicitada por la justicia es bastante menor.
Los del otro lado, esgriman la inocencia sobre la falta de pruebas en la causa, mientras culpan a Milei por la decisión de encarcelar a la señora, quien en declaraciones públicas, antes del fallo, se mantuvo al margen. “Es una pantalla para ocultar el daño que han hecho”. Podemos discutirlo. No tiene nada que ver con esto.
Además de los sesgos de la opinión pública, de los que ya hablé en la parte uno, hay dos prejuicios que quisiera que hablemos.
“Esto no es justicia”
Las caras de los tres jueces de la Corte Suprema de nuestro país son públicas en estos días. La gente que pone televisión un rato, sabe que la Corte funciona de una manera anormal, con solo tres miembros, cuando debiesen ser actualmente cinco. Políticamente, no ha cuajado la idea de dos que iban a ingresar. Además, en nuestro país no existe el voto popular sobre quién es juez en la Corte, no como el grande de Marshall que es juez por el Estado de Nueva York.
Del lado “agraviado” de la opinión pública, consideran que la justicia no es legítima, porque “nadie la eligió”. ¿Sería más legítima si la hubiese elegido el pueblo, en la misma boleta que los políticos? ¿Puede llamarse justicia algo que, desde el vamos, está sesgado por la opinión pública?
No es mi idea declarar cual es la mejor forma de justicia (¿Juicio por jurados? ¿Jueces elegidos democráticamente? ¿Una batalla sofista entre Emmanuel Danann y Wos?), pero sí dejar en claro que declarar que algo es injusto es una creencia, al igual que la percepción de justicia. Y eso me lleva al siguiente punto.
La justicia es imperfecta
Somos átomos, calculadoras biológicas, que en base a nuestras experiencias, anatomía y creencias tomamos decisiones. Lejos estamos de una justicia absoluta, de una verdad única. En este caso concreto, se tomó como evidencia principal la existencia de un decreto que permitía negocios relacionados al retorno de la obra pública.
Quiero dejar en claro esto: sólo el Presidente en funciones del Poder Ejecutivo puede enviar leyes por decreto. Ese decreto fue clave en el negocio denunciado, y por el que la ex-Presidente, después de 13 años de enviada la denuncia original, fue condenada.
¿Podemos presumir la inocencia de la denunciada? ¡Claramente! Quizás quiso acelerar obra pública en un estado de bienestar ultraproteccionista que al día de hoy el Estado sigue pagando. Sin embargo, jueces en tres instancias consideraron que esta, mas otras pruebas, eran suficiente evidencia para configurar una intención.
Hay que juzgar. Juzgar no es sinónimo de “tener razón”, si no la de formar una opinión. En distintas instancias, personas calificadas según nuestra democracia han opinado que había razones suficientes para que los juzgados sean, en su mayoría, condenados. Y su opinión es la que, como Estado, definimos suficiente para determinar la ejecución de nuestras leyes.
Lo que tenemos es un juicio, al igual que los jueces. Y como uno dice que algo es blanco, probablemente otro diga que es gris clarito. Y capaz tenga razón. Tiene otros preconceptos.
¿Podemos cuestionar a los jueces y la justicia para todos por igual? Claramente. Pero es un debate eterno, como la paternidad de Rosario Central.