La vida política, tanto la de la administración pública como la empresarial, requiere de realizar ciertas jugadas para la acumulación de poder. El oportunismo y la inteligencia, definida como aptitud al cambio, se juntan para así obtener una ventaja sobre la competencia. Desconocer esto, escalando en cualquier escalera corporativa, es pecar de ingenuo.
Me acuerdo en mi época trabajando para grandes corporaciones como empleado interno. En una empresa, una persona me dijo que otra había “operado” para quedarse con una promoción que a ella le podía cambiar la vida. Claro, esa otra persona tenía razones para realizar tal operación: aparte de un gusto por el triunfo político, tenía que llevarle comida a las hijas. Creo honestamente que pocas razones son más poderosas que el bienestar de la descendencia para realizar actos desleales.
En otra empresa vi mas bien todo lo contrario: cómo los empleados peleaban porque sí, sin espectativas de obtener ventajas, sin inteligencia, solo por un falso sentido de justicia que alguna fuerza divina deben imaginarse, les debe haber atribuído. “A río revuelto, ganancia de pescadores”, dice el refrán. No ganó nadie, se limitaron a dañarse entre sí sin pensar meramente un paso hacia adelante.
En estos días, se sucedió una causa que involucra a José Luis Espert, ex candidato hace algunas pocas horas a Diputado Nacional. Básicamente, le encajan vínculos con criminales. Cuando le preguntaron por una transferencia, que consta en la justicia estadounidense, dijo esto:
Después de que el caso estallara, difundió un video bastante lamentable:
Tres Doritos después, Espert decide renunciar a su candidatura. Renunció tarde, renunció para correrse del foco mediático, y no le hizo ningún favor a su partido: hubiese convenido que lo expulsen, incluso de su banca en Diputados actual, o que incluso se hubiese quedado, ante las abrumadoras pruebas de su conexión con alguien sospechado de narcotráfico (35 vuelos privados, 200 lucas verdes por un laburo que no hizo, no devolvió, y, sobre todo, no declaró en sus presentaciones anuales).
El peronismo podría haber sacado esto a la luz mucho antes, sin dudas, pero eligió hacerlo ahora. La intención es clara: no es que ellos sean “los buenos” en esta historia ni mucho menos, pero elegir el momento, oportunamente, hace que, en efecto, consigan más posiciones en la Legislatura Nacional, y, además, romper internamente un bloque ya muy endeble como lo es el de La Libertad Avanza.
Tener data sobre “el enemigo” ayuda a sacar ventaja. Data que, con inteligencia, puede ser utilizada para sacar una ventaja competitiva. ¿Estoy yo a favor de esto? No, en absoluto. Ojalá me escuchara un poco más y fuese más inteligente con respecto a estas cosas.
Pero reconozco que las operaciones existen, y que, si alguien quisiese usarlas conmigo, se que tengo que poder contraatacar. Alguna vez hablé de más, alguna vez alguien me escuchó. Y alguna vez tuve que defenderme, o retirarme de una batalla perdida o que requeriría un exceso de esfuerzo y recursos de mi parte.