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Cristina Kirchner nombró a Alberto Fernández como su compañero de fórmula para la presidencia de Argentina en 2019. No hay más que prender la tele para saber qué pasó. Un error lo puede tener cualquiera, ¿no?

Bueno, antes había nombrado a Axel Kicillof como su ministro de economía. Nos salió bastante, pero bastante mal. Pero bueno, son cargos distintos, quizás fue demasiada mala coincidencia.

Ok, antes lo teníamos a Lorenzino como ministro, tipazo. Pero bueno, dos veces mal, a veces se tiene muy mala suerte.

El ministro anterior fue Amado Boudou. Y en este punto es donde la lógica no puede taparse con simpatías. No puede decirse que no teníamos información sobre a quién votábamos o le dábamos poder y entidad. “Fingimos demencia“, como se dice ahora.

Quizás la política entienda de pasiones y permitamos que un líder tome decisiones contrarias a la razón. Es la única manera: el humano es un ser emocional, y explica por qué los líderes del mundo usan eslogans como “hacer a nuestra patria grande de nuevo”, “bienvenido a las fuerzas del cielo”, y por qué no, “todos unidos triunfaremos”, o el best seller “el amor vence al odio”.

Esos eslogans, con fuerte sentido de pertenencia ligado fuertemente al sesgo de confirmación por la influencia del grupo mayoritario (“si mucha gente lo repite, debe ser cierto”) crean la ilusión de camaradería frente a un enemigo muchas veces inexistente. Obviamente, pasa también en organizaciones, enfrentar a dos bandos imaginarios es una estrategia tan vieja como la guerra. “Divide et impera“, divide y domina.

Estas frases, tan carentes de contenido como de revelaciones, son sólo formas de intentar captar el poder público, donde se necesita legitimidad para la acción.

Volvamos al ejemplo: Cristina eligió a malos tipos (López, De Vido, etc.), pero a Cristina se la elegió. No es que ella tomó el poder por la fuerza. La sociedad la creyó capaz de gobernar un país. La sociedad pensó que personas condenadas posteriormente por la justicia, eran capaces de gobernar el destino de todos los habitantes de un país.

Permitime decirte algo: los políticos no son los culpables. Somos nosotros.

La deuda de YPF es de los ciudadanos argentinos.

El Presidente anterior fue elegido por los argentinos.

Los chicos que no comen esta noche, por políticas anteriores empobrecedoras insostenibles, como por políticas sociales adversas actuales, son argentinos.

¿Y si, por una vez, como sociedad nos hacemos cargo de lo que votamos y pregonamos? Quizás, una vez que dejemos de hablar tan livianamente, algo va a poder cambiar para mejor.

Pregonemos aquello que nos permita dormir por las noches. O no pregonemos nada, también es una opción quedarse en el molde.



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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.