No hay hombre heterosexual mayor a 25 años con conexión a internet y secundario terminado que no conozca a Sydney Sweeney. Quizás no de nombre, porque es un poco complicado, y si te muestro una foto de una película que actuó no la vas a recordar…

…pero estoy seguro que cuando suba esta foto, vas a saber de quién estoy hablando.

Sydney saltó a la fama por su participación en Euphoria, una serie recomenada en HBO. Desde entonces, el mundo habla de ella y su participación en series y películas. Las razones por las que “llama la atención” son tan obvias que insultarían a la inteligencia del lector mencionarlas. Sin embargo, ella misma, en una participación que tuvo en Saturday Night Live, lo pronuncia muy claramente:
Y no, no voy a hacer una nota de newsletter para escribirte de una rubia hegemónica que sabe vestirse. Estoy acá para hablar de qué significa lo último que hizo, y el mundo en el que vivimos.
American beauty
Una empresa de jeans yankee, American Eagle, decidió contratar a Sweeney, en base a su propia percepción de hipersexualidad en el mercado. Tiktok lo remarca (creo que es un poco de mal gusto postealo acá, así que acá va el link)
Sydney, blanca, clara, buen físico, es enfocada sensualmente mientras una voz en off dice que “tiene buenos jeans”. Hasta acá no habría problema, salvo porque lo dije en español. “Has good jeans” suena muy parecido a “has good genes” (tiene buenos genes). Y claro, hay gente que puso el grito en el cielo por la comparación, alegando ciertos tintes, digamos, supremacistas.
La campaña, fácilmente observable en X y en las redes, puso a American Eagle, la marca de jeans, en boca de todos. La forma no importó: ahora el mundo es mucho más consciente de la existencia de la marca:

La campaña de marketing logró su cometido: es tema de discusión en todo el mundo. ¿Estuvo bien? ¿Estuvo mal? ¿Cometió un crimen? ¿Incitó al odio? Como tanta gente a la vez se pregunta lo mismo, la marca mantiene relevancia. Y relevancia en marketing es todo lo que se busca.
Gobiernos del mundo, como el estadounidense o el argentino, tienen como herramientas comunicacionales frases y métodos poco correctos y de alto impacto. Trump amenaza con aranceles, mientras Milei insulta a una artista que confesó robar en Japón.
Ya lo supieron “algunos grupos” hace 100 años: el extremismo junta adeptos. Pasó la época de la moderación y de las “costumbres aceptables”, para que el pensamiento más primitivo del ser humano tome espacios en la primera plana.
Era previsible. Durante muchos años, la movida en medios, redes y empresas de lo “moralmente correcto” (apoyada por beneficios fiscales en Estados Unidos) fue avasallante. En este año, empezamos a ver las consecuencias de lo que pasa cuando no se financia a ninguna campaña de minoría: campañas más “básicas” de marketing (“lindo” auto, “linda” mujer, “linda” casa) están tomando lugar, empresas sin el famoso “arcoiris” de la diversidad sexual en junio, y discursos más simples y brutales que hace 10 años hubiesen llevado a juicio a unos cuantos.
Ya no está mal visto tener enemigos en la dialéctica cotidiana: de hecho, es hasta esperable. Pararse “de un lado del mostrador” y no intentar venderle a todo el mundo, pero fanatizar a los propios, parece la estrategia. No importa que las mujeres no se sientan identificadas con American Eagle y que pocas se vean como Sydney: el hombre (su hermano, pareja o padre) va a pensar en la marca para regalarle unos jeans.
Ah, y no vi Euphoria.