Esta es la quinta de mis leyes. Ensayos filosóficos orientados a lo corporativo, para tener en cuenta todos los días.

Trabajaste toda la semana. Sacaste unos Excel y PowerPoints dignos del Louvre. Por malas decisiones, elegiste un trabajo que te hizo quedar hasta las 21 todos los días esa semana. Y ahí estás. 21:30, en un estado de destrucción.

Podés, tranquilamente, ocuparte del cuidado de tu casa. Limpiar todos esos platos que dejaste sucios, o lavar toda la ropa que tenés sucia. Sería la peor de las ideas: seguís extendiendo tu jornada laboral.

Ni cocines: ponete lo mejor que tengas y andá a un restaurante. En un momento, todo el dolor y migrañas laborales desaparecen. “Ah, para esto trabajo” vas a decirte. Y no vas a equivocarte.

El sistema de recompensas es primitivo

Trufa, el canoche que ves en la foto de arriba, tiene un mínimo de adiestramiento. Da la pata, cuando quiere, se echa al piso. Todo esto fue remarcado usando un sistema de recompensas. “Sit”, y ella espera un bocadito. “La pata”, da la pata, espera otro bocadito.

Por más que tengamos varias capas de razonamiento encima, no somos diferentes: la gratificación después de un largo día de trabajo es efectiva. La dopamina hace su efecto, y nos ayuda a sobrevivir al estrés.

Ya sabés: cada viernes, relajate, abrí tu bebida favorita, y decí, a viva voz, “trabajo para esto, sistema capitalista!”

Contraejemplos a la ley

Hay personas que se pierden en la gratificación. ¿Hay que mencionar que las drogas existen?

También, hay balances: no podemos dejar de trabajar por vivir en Instagram. Las redes sociales producen liberación de dopamina. Tengamos cuidado con este mecanismo (adictivo) de gratificación.

Por último, obviamente, cualquier extremo contrario a la ley viene en este contraejemplo: manejar a 200 por Circunvalación con una RAM es, claramente, una pelotudez, además que es salir a gritarle al mundo que la tenés chica.

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