En algunos comentarios de LinkedIn de un post que se me viralizó, noto que hay un descreimiento acerca de la recesión que está entre nosotros.
No es ningún invento, y se puede ilustrar fácil.
A Argentina, desgraciadamente, no la puedo incluir ya que está en pesos argentinos.
En síntesis, los tres índices más importantes de la economía mundial (S&P 500, Dow Jones y Nasdaq) pierden dinero en comparación a un año atrás. Mención especial al índice de empresas tecnológicas (NASDAQ) que pierde casi 29% en un año. En dólares.
¿Qué quiere decir esto? Que el valor de las empresas según sus acciones (su valor bursátil) está cayendo: los inversores descreen de las empresas de las cuales son inversores, y en muchos casos (sobre todo en NASDAQ), están vendiendo sus acciones. No quiere decir que las empresas tengan menos dinero ni mucho menos, pero sí que les cuesta más financiarse: si quisieran vender sus propias participaciones, conseguirían menos dinero.
Las empresas, sobre todo en el sector tecnológico, están obligadas a ser rentables. La época del dinero barato, debido a distintas regulaciones de la Reserva Federal de Estados Unidos, se terminó. Y la mejor arma que encuentran para alcanzar la rentabilidad es, en muchos casos, despedir gente. Cuando hay mucha guita, los malos empresarios encuentran formas de gastarla para poder decirle a los accionistas “mirá, estamos haciendo cosas”, como contratar gente que no saben bien qué van a hacer, pero para poder decir “tengo un área de satisfacción de infraestructura verde”, cuando están en un edificio de oficinas.
Para los laburantes, el consejo es el obvio: hay que ver muy bien a dónde vamos a trabajar. Una startup, que tiene guita mayormente de inversores, no genera ganancias aún, y en cualquier momento, el chorro se puede cortar. Se puede hacer una diferencia económica trabajando por proyecto en una startup pero no trabajar toda la vida ahí. Si se busca la estabilidad, hay que alejarse de las empresas que aún no tienen el modelo económico funcionando 100% y que aún dependen de inyecciones de dinero de inversores.
Cada trabajador tiene distintas capacidades de asumir riesgos. Y queda en cada uno cuánto riesgo es capaz de tomar.
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