O el arte de destruir tu propio capital
Sólo hace un día atrás, los legisladores argentinos, quienes como empleados llevan haciendo un trabajo perjudicial hace décadas, y a sabiendas de que la sociedad desaprueba el abuso, decidieron auto-votarse un aumento para sí mismos, enviando la señal de que no se consideran empleados, ni representantes, lo cual nos cuelga la pregunta de qué son realmente.
Lo hicieron aún conscientes de que la pérdida de su reputación puso fin a la larga hegemonía del peronismo, y de que hundir aún más su reputación margina aún más su capital político de la estima de la sociedad, quienes solamente les votaban por considerarlos “los menos peores”. Han decidido suicidar lo que les quedaba de capital, por un poco de dinero.
Hoy fue publicado que el periodista Lanata había iniciado una demanda por injurias ante los dichos del presidente Milei. De la forma que se supone que sea en un país civilizado occidental, las causas judiciales se sortean. Y como ya es tradición, el “sorteo”, siempre da como resultado el mismo juzgado que le conviene a la política, lo cual es una vergüenza degradante para el país y para la sociedad Argentina.
El presidente nominó a la Suprema Corte un juez cuya reputación, y la reputación del área de la Justicia de donde proviene, están entre las peores del país por motivos públicamente conocidos, y con el evidente fin de acercar posiciones con la vieja política, aquella que supuestamente este nuevo movimiento libertario vino a cambiar mediante una revolución cultural basada en la ética.
Cuando Lanata supo en qué juzgado había caído por “sorteo” su causa expresó que le causaba risa ¿Por qué no habría de reírse, si con sólo el resultado del sorteo, Lanata ya ganó?
Este mismo día, asimismo, funcionarios expresaron la voluntad de dejar afuera el artículo 9no del Pacto de Mayo por ser “innecesario” para lograr un acuerdo con la vieja política.
Pero dicho artículo es el alma misma del Pacto y constituye la razón, y por sobre todo el capital reputacional por el cual a los libertarios se les constituyó el mandato para cumplir con su deber de empleados de la sociedad Argentina.
El mismo reza: (…) Una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados.
Primero, admite que la “democracia” Argentina no es realmente una democracia ¿Qué es entonces? es algo que nadie tiene el coraje de publicar. ¿Para qué le estamos pagando a estas personas si no representan nuestros intereses conforme al contrato que nos rige como Nación? Segundo, admite la necesidad de una reforma estructural para que empiece a serlo.
Dejarlo afuera porque “no es esencial” implica claudicar, tirar a la basura, desperdiciar, capital reputacional que es irrecuperable. La pérdida de reputación siempre es irreversible.
El valor neto total de mercado de la marca política libertaria se redujo irrecuperablemente cuando se nominó al cuestionado juez. Se redujo otra vez cuando la demanda casualmente cae en el juzgado amigo, como tantas veces pasó con aquéllos sectores políticos de reputación infame. Se redujo nuevamente cuando se anunció retirar el artículo más importante, y sin dudas tendrá su mancha indeleble cuando sea borrado.
Actuar con ética, con valores, cumplir con la palabra dada aunque las circunstancias sean más complicadas por ello, da como resultado mantener incólume el valor neto total de una persona individuo o una persona ideal (como es el caso de un partido político o un movimiento). Terminar en la infamia implica solamente que podremos obtener ganancias mientras no venga a la luz un competidor que sea mejor que nosotros. Y aún así, dichas ganancias y satisfacciones son marcadamente menores que las cosechadas en la buena reputación.
La riqueza material, después de todo, es tan sólo un medio para adquirir cosas que son de valor para el ser humano. Y, dada la transitoriedad de la existencia, las cosas que la riqueza puede materialmente adquirir son muy limitadas al lado de las realmente más valiosas.
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En los estudios sobre la felicidad y la plenitud llevados a cabo por distintas universidades se llegó a la conclusión de que lo más valioso para el ser humano son las experiencias de solidaridad y amor hacia los demás, porque son memorias que dan un sano orgullo que nos acompaña todos los días, como un regalo que se abre todos los días.
¿Es sensato perder la posibilidad de la inmortalidad, y claudicar el ventajoso terreno alto, a cambio de una ganancia pasajera?
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