Una parte de la gente de sistemas, sobre todo los más chicos, es bastante “desclasada”. Leáse por “desclasada” la connotación de sentirse de una clase social superior a lo que son, adhiriendo a valores “morales y éticos” cuasi-facistas.

Estas personas esgrimen argumentos bastante estúpidos, del tipo “el que es pobre es pobre porque quiere”, desconociendo el valor de una universidad pública, “cualquiera puede tener éxito”, sabiendo que el tráfico de influencias es algo real y que sistemas hoy como actividad económica es una mentira, entre otras estupideces fácilmente discutibles y descartables.

“Ganar en dólares” se convirtió en algo aspiracional para la clase media argentina. Y en sistemas, los más chicos se consideran “superiores moralmente”. Que tienen la verdad de la milanesa y que el capitalismo es lo mejor que le pasó a la humanidad, ignorando así al peón de cambio o el recolector de frutas que se levanta a las 5 de la mañana y labura el triple que ellos.

Vergüenza me dan estos personajes.

¿De donde vinieron? ¿Del planeta Libertonia? El mérito no es fruto excluyente del esfuerzo. Es fruto también de algunos derechos, y por qué no, de algunos privilegios.

Desconocer que tuvimos alguna clase de ayuda (desde el boleto del colectivo hasta la facultad pública), es desconocer cómo funciona una sociedad. Es el vano intento de la búsqueda de la superioridad moral por “haber llegado”, teniendo la suerte de cobrar en una moneda que por alguna razón en este país, es más valorada que un gobierno entero.

“Me preparé” te dicen algunos. Si, un médico también se preparó. Mucho más que alguien de sistemas. ¿Donde está la meritocracia ahí?

“Y pero hubieran elegido mejor”. Claro, nunca necesitaste un médico, seguro. Seguro que tu vieja necesita más de alguien de sistemas.

Yo creo que esas personas llegaron. Llegaron al mismo lugar en donde tienen su ética y su intelecto: a la nada.


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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.