green trees near blue sea under blue sky

Desde ya, le voy a pedir perdón a la Mari de verdad, porque quizás mi memoria, después de 5 años, está atrofiada y no es fiel a la verdad.

Tuve una época oscura de mi vida (link al video de Accenture), donde, a pesar de jefes que priorizaban y lloraban por sus supuestos logros para mostrarle a sus respectivas amantes, hice camaradas profesionales con los que charlo diariamente. Algunos, incluso, son grandes amigos y confidentes al día de hoy.

En una etapa donde mi área de trabajo quería innovar en la presentación de reportes financieros, existió una iniciativa para resolver problemas, problemas que nadie más podía resolver, con métodos poco ortodoxos.

Claro, los reportes financieros se presentaban en Excel. ¿Power BI iba a reemplazarlo? Solo un grupo de valientes se animaba a descubrirlo. En ese grupo de valientes (en realidad, en ese grupo de personas a las que les vendieron que iban a ascender si formaban parte), nos encontrábamos, entre otros, Mari y yo.

Mari era una chica de brillantes ojos y una gran sonrisa, que cada vez que hablábamos de algo que a ella le apasionaba o le interesaba, lo demostraba sin ninguna vergüenza. Mari era de La Plata y tenía una particularidad para lo que yo estaba acostumbrado hasta esa época en mi carrera profesional: era una migrante.

Se enamoró de un argentino, medio fanático del fútbol y de la birrita, y sin dudarlo mucho, decidió venirse. Claro, había otras razones en particular también para probar la vida fuera de su país: trabajar en lo que ella había estudiado era difícil, y la remuneración para su especialización era cada vez menor.

Lideraba en su momento, por el voto popular, una fuerza autoritaria, con poco respeto hacia la libertad de los individuos, con lemas como “Alca, alca, al carajo”. Además, la libertad de prensa estaba restringida en la práctica, la violencia era moneda corriente en las grandes ciudades, entre otras cosas que seguramente ya habrás visto en las noticias.

Con Mari hemos perdido el contacto, como suele suceder con los amigos que uno elige; simplemente estábamos en momentos de la vida donde no sentimos ganas de contarnos nada. Sin embargo, en mi mente, con todo lo que aconteció en estos últimos seis días, pensé en cómo debe estar viviendo en su cuerpo y en su mente, ver las calles donde ella creció, llenas de impotencia, llanto y resentimiento.

¿Cómo se sentirá Mari pensando en su familia, que quedó en su país de origen? ¿Cuántas veces habrá pensado en agarrar sus maletas y partir a Caracas para hacer lo que esté a su alcance? ¿Qué se sentirá saber que volver a su patria es un riesgo para su integridad física? ¿Qué habrá sentido cuando no le permitieron votar por una estúpida ley arbitraria sobre el destino del país al que quiere volver?

Mi familia está a pocas cuadras de distancia. Puedo subir a mi auto e ir a visitarlos cuando desee, siempre que el trabajo no me lo impida.

Mari no puede hacerlo. Debe tener, en su interior, varios abrazos esperando ser dados, en una Venezuela en paz, tan serena como el agua que bordea sus costas.



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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.