En sistemas no conozco a mucha gente de más de 40. Puede ser porque las computadoras no eran tan masivas en los 90 como lo fueron en los 2000. Para tener una PC en los 90 y programar, debías ganar un buen dinero. 1000 dólares de ese entonces es lo que costaban, lo que equivalen a unos 2000 de hoy, cuando el sueldo promedio en un hogar (hoy) es de 500 dólares.
Nuestra generación “milenial” (nacidos entre el 81 y el 96 dice Wikipedia, aunque lo acotaría del 86 al 93 para esta nota), será la primera en llegar masivamente a un umbral laboral, donde muchos son programadores o jerárquicos, mientras nuestros superiores están dedicados a los negocios y “tocan de oído” el tema del momento. Inteligencia Artificial dicen ahora, mientras hace 5 años repetían blockchain como loros silvestres. Ese umbral laboral es “ser albañiles digitales a los 40”.
Algo que pienso mucho, casi a diario es “No voy a ser programador toda la vida“. Y no porque no me guste, es algo que disfruto si puedo hacerlo como hobby. Sin embargo, sé que, a pesar de tener expertise, mi rol no podría ser el que es hoy, de levantar tableros al hombro, hasta los 60 años y presentarle a clientes lo que hice.
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“No me ascienden“, dijo un muchacho cerca de sus 40, que era analista contable con un perfil técnico, echándole la culpa a su jefe, más jóven que el. “El gobierno tiene la culpa”, dice un amigo de mi adolescencia que terminó el secundario a sus 30 años, cuando hace 20 se escapaba del colegio y repetía años escolares, ignorando el esfuerzo de sus padres para enviarlo a un colegio privado. Ninguno supo responder al llamado de lo que se esperaba de ellos.
Si tenés más de 30, permitime decirte algo: ya no sos chico. Así como dejar a tu mujer sóla con tu hijo por cumpleañitos y fulbo todos los fines de semana no te hace un hombre, hacer lo mismo durante 15 años en el mismo trabajo no te hace un profesional.
Los que llegamos a cierta edad, en cualquier ámbito de la vida, estamos llamados a ser referentes, una luz de claridad para quienes vienen debajo, y para los que hacen otra cosa y ven valor en lo nuestro.
Ser referente o experto no es algo que una empresa te pueda dar, o una universidad te pueda declarar. He visto doctorandos en relaciones internacionales en silencio a pesar de todo lo que pasó en Venezuela en estos días. ¿Qué respeto se puede tener por alguien así, más allá de lo que una entidad declare?
Ser guía es prepararse para, desde nuestro lugar, ofrecer un camino a los que vienen detrás, como lo han preparado para nosotros. No sólo en lo técnico, si no también, con nuestro carácter.
Es eso, o esperar a que en el próximo lay-off nos manden a criar gallinas. Aunque cada año que pasa, tengo más ganas de irme al campo.
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