Creo que fui muy ingenuo en estos últimos años. No dejo de sorprenderme de mi propia ingenuidad, pensando que entiendo el mundo, mintiéndome a mi mismo.

Me explico.

Hace bastante tiempo, entré a trabajar para una empresa, la cual no voy a nombrar. La compañía me encantaba, me sentía parte de la misma. Me puse (literalmente) la camiseta por un año, más o menos. Estaba bien llevada, los que éramos parte nos sentíamos incluídos.

Me enteré que años atrás, quien fue su fundador decidió bajarse, y dejar a alguien a cargo de la empresa. Y resulta que, hace alrededor de un año y algo, la empresa se vendió a una multinacional. Algunos creen que ese fundador se bajó de la compañía para intentar venderla.

Después de eso, vino lo inevitable: tanto el CEO como otros cargos de menor rango fueron removidos de sus cargos. Echados, y entiendo, bien compensados. Pero la meta ya estaba cumplida: la venta se realizó. Millonarios al fin.

El servicio al cliente importaba, siempre que los mismos se mantuvieran para vender la cartera.

Acá nomás

Hace muy poco, mejor dicho, la semana pasada, me enteré que una empresa cerró. Ahora bien, las razones fueron, al contrario que en otros casos, su adquisición por una gran empresa de consultoría tecnológica. Lo raro es que la empresa había cambiado de nombre hace un mes aproximadamente. Tenía un nombre escatológico, que da a pensar en una posición sexual. Lo cambiaron a algo más común… para después venderse y quedar bien en ese comunicado de prensa. Cambiaron su nombre con ese único fin.

Yo, honestamente, pensaba que los ideales no se negociaban. Que cuando uno fundaba una empresa era para mejorar al mundo en el sector que toca. Y no, la gran mayoría de las startups que nacieron cuando el dinero era barato, nacieron con la intención de conseguir dinero de arriba de inversores, durar lo que duren y, con algo de suerte, venderla al mejor postor.

Poco importa quien puede comer a fin de mes, si los dueños pueden comprarse propiedades todos los años.

Soy ingenuo. Muy ingenuo.

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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.