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De ahora en adelante te voy a dejar una canción para escuchar mientras leés la nota. Pensá que la escuché mientras escribía. Suma a la experiencia. Este temazo lo produjo uno de los creadores del soundtrack de Attack on Titan, que para esta clase de temas se hace llamar como indica el widget. Traducción acá.

Un muchacho de sistemas que no me cae absolutamente nada bien y que tenía una cara de infelicidad sexual asombrosa, hablando en un coworking cerveza mediante, dijo una frase que me descolocó:

“Yo soy libertario y yo me salvo sólo y no dependo de nadie porque soy un genio que trabaja para el exterior”.

A los dos meses, a este muchacho, con esa cara con exceso de Nesquik que tiene, lo rajaron de ese trabajo por reestructuración. Y no solamente eso: decidió, por total falta de habilidad social o quizás comodidad, quedarse con la misma gente con la que había trabajado allí, peleando una consultora “nueva”, que no es suya ni tiene participación en las acciones.

Considero necesario aclarar que no tengo nada en contra de ningún partido político, si no más bien de algunas formas de militancia y algunos puntuales representantes. Sin embargo, no le seguí hablando. El tiempo en nuestra vida es muy limitado para gastarlo con personas desagradables.

No tengo ningún problema en que la gente elija en qué invertir su tiempo para poder comer, pero sí con los que abren la boca y se dibujan como ilustres y ejemplares ciudadanos, cuando en rigor son uno de los eslabones más débiles de la cadena alimenticia capitalista.

Hasta el que tiene la visión más dictatorial o conservadora de las “formas” necesita que alguien lo respalde y lo valide como es. Solamente Tarzán puede decir que se pudo valer por su cuenta, y es un personaje ficticio. Los demás armamos nuestra personalidad y damos forma a nuestros sueños basados en la gente que nos rodea.

Hasta el más conservador necesita al progresista para ser conservador. Dependemos de otros para estar a favor o en contra de algo. Hasta el perro, por algo de comida y afecto, ya considera a los humanos como significantes. ¿Hay humanos más estúpidos que un perro? .

Las oportunidades que nos dan

Hay momentos donde la vida puede cambiar. ¿Cómo iba a saber yo que hablando con un muchacho en una oficina me iba a presentar a su esposa, que necesitaba mi ayuda con consultoría en datos? ¿Cómo iba a estar preparado para una salida más con una de mis mejores amigas, y que en ese grupo estuviera mi novia hace casi ya cinco años? ¿Cómo iba a saber que en una reunión inútil en un unicornio argentino iba a posicionarme como una persona de carácter frente a mis pares, ganándome amigos y enemigos por igual?

Para casi todas las situaciones que en potencia pueden cambiarnos la vida (me cuesta encontrar ejemplos en contra), no sabemos cuándo o dónde van a pasar. Pasan. Y no me refiero a algo pasajero como algunos de nuestros trabajos, no. Me refiero a aquellas situaciones donde vamos a conocer a nuestros potenciales socios, a nuestros amigos, al descubrimiento de un camino al cual dedicar nuestra vida laboral.

Las oportunidades no ocurren, tampoco, espontáneamente. Por ejemplo, el laburo de nuestros sueños puede darse porque alguien asume la responsabilidad de contratarnos. Ese cliente que estás buscando puede ir justo a la misma fiesta donde vos vas a ir. Dependemos, al contrario de lo que piensa el consumidor de Nesquicks e Internet por las madrugadas, de que otras personas se interesen en nuestra historia, que nos miren a los ojos y, sintiéndonos elegidos, nos digan “quiero conocerte más“.

A mirar a los ojos gente. Y a compartir la vida, que de eso se trata todo. Solamente tenemos que estar listos.



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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.