-“Quiero ser astronauta” decía Billy.

-“Y yo bombero!” exclamaba Jason.

-“Y yo un gran abogado que defienda a los pobres” decía Susan.

Billy no tenía ni idea que para ser astronauta, alguien tiene que pagar viajes y que, siendo tan pocos, es un sueño reservado para algunos con gran capacidad atlética, dinero y algo de bendición política.

Jason jamás pensó que el sueldo de un bombero le iba a alcanzar solamente para pagar el alquiler. Irónicamente salvar vidas paga mucho menos que arruinarlas en una torre de oficinas.

¡Ni hablar de Susan! ¿A cuántos psicópatas hambrientos de dinero habrá tenido que defender para ganarse el sustento?

La ingenuidad sobre nuestras carreras y nuestra raison d’être choca, eventualmente, de frente contra un Scania modelo 95 muy flojo de papeles.



Creer que vamos a salvar a la humanidad con la política sin tranzar, o siendo médico sin cobrar un plus, es tan infantil como pensar que el mundo corporativo es justo y se asciende por mérito.

Antes de entrar a un trabajo, seguro pensaste en que ibas a hacer una diferencia, que el dinero iba a tener un papel de reparto en tu nuevo rol. Incluso pensaste en el reconocimiento de tus pares y familiares.

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Del sueño a la pesadilla

Una buena amiga pensaba justamente eso antes de entrar a trabajar para una importantísima conferencista del manejo del tiempo y organizaciones. Acá, una foto en una de sus conferencias:

La pasó mal. Mal como pegarte el dedo chiquito del pie contra la mesa. Mal como que te orine tu perro en la cara mientras dormís. Mal como Newell’s cuando lo ve a Marco.

Renunció rápidamente, durando muy pocas semanas en el puesto.

Habrá pensado que trabajar para alguien que en las redes dice que no vas al gym porque no te podés organizar con el tiempo debe ser majestuoso. Ojo, cada quién tiene sus valores y toma decisiones basadas en ellos, pero hay que poder ver atrás del humo, aplicando algo de sentido común a nuestras decisiones.

En particular, esta persona, que cobra por su asesoría, basicamente trataba a sus empleados como pequeñas máquinas. ¡Obvio que el tiempo rinde si cruncheás a las personas hasta quemarlas!

No sueñes, planificá

Todos tenemos un trabajo soñado: queremos dejar una huella en el mundo, generando un cambio en cada lugar donde pasemos. Pero generar un cambio, requiere adentrarnos en las costumbres y las culturas de esa actividad, con sus problemáticas y sus fricciones, para así proponer una mejora.

Ser un jefe requiere que conozcamos las líneas operativas y que respeten nuestra autoridad.

Ser un artista precisa que podamos rodearnos de círculos sociales que aprecien nuestro arte.

Ser programador necesita evaluar un problema y proponer una solución.

La ingenuidad es un pecado. La conquista depende de estrategia.

Desde Ánima queremos ayudar a una fundación sin fines de lucro que promueve el aprendizaje de las personas que menos tienen.

Por eso, toda donación recibida durante 2024 será donada a la Fundación Fonbec, que podés investigar acá.

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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.