Tengo un amigo, de nombre Jarred. Él se vino a vivir de Estados Unidos a Argentina, por razones que no termino de entender. Podría entender por las mujeres, pero está de novio con una brasilera. No es el primer yankee que conozco que viene acá. Algo tendremos.
En una cena de pizzas intentamos explicarle, junto a unos amigos, algunas cuestiones de este país. Las juntadas con amigos, el fulbo, que los botines de fútbol que usa Messi no sirven para una cancha de fútbol 5 (y que podés romper a alguien), y por último (y no menos importante), la evasión fiscal.
“Jarred”, empecé, “en los comercios más de una vez te van a hacer descuento si pagás en efectivo, pero fijate que curiosamente, en ninguno de ellos te van a dar factura“. “Esto es así:”, continué mi clase maestra de argentinidad, “si no facturás la venta, no declarás el IVA que deberías pagar”. En este país, el IVA es del 21% de tus ventas declaradas. “Entonces, basicamente, el IVA se lo están quedando ellos, porque rara vez te bajan el precio”.
¿Está bien? ¿Está mal?
Hay artículos que dicen que una Pyme se funde si tiene que pagar todo. La famosa “presión fiscal” de la que tanto el argentino se queja tiene una razón de ser. Pero también puede leerse que tal presión se da porque la evasión es “una práctica asumida” por los organismos de control. “Te aumento los impuestos porque sé que algunos no los vas a pagar“.
La evasión podría resumirse entonces en el siguiente meme.
Soluciones
Simplificación de impuestos, junto a una baja sensible de los mismos, con, al mismo tiempo, la implementación de nula tolerancia frente al evasor.
En tiempos de cambio, junto con un gobierno que promete (no lo ha hecho en la práctica) bajar impuestos, es el momento ideal para generar un cambio cultural. Dinero en blanco genera, en definitiva, ingresos al Estado.
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Si las alícuotas (los porcentajes) de los impuestos bajan, pero sin control, el Estado directamente percibiría menores ingresos. Sin embargo, la simplificación de los mismos impactaría positivamente en las empresas, porque no correrían multas por “olvidos”, o los costos asociados a la presentación de los papeles en regla.
Eso sí, hacerlo bien lleva tiempo y buena predisposición de todas las partes. Algo que en Argentina, donde el ciudadano común siente la amenaza constante de que “el otro nos va a arruinar”, es especialmente difícil.
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