Cuando tenía 3 años, mis padres me regalaron a mis hermanas y a mí nuestra primera computadora. Creo hoy que eso fue lo que definió mi futuro. Soy desarrolladora de software en un trabajo donde prevalecen los hombres. Para la mayoría de las mujeres esto suele ser extraño, hasta muchas veces incómodo, trabajar a la par de cientos de hombres, quienes piensan y sienten distinto, que tienen un humor diferente, otros temas de conversación, son más frontales y a nuestro entender, muchas veces no miden cómo, a quién y las cosas que dicen.

Siempre fui una mujer que se sintió cómoda entre hombres, he tenido suerte, la mayoría de mis amigos eran varones, y de niña me gustaba jugar a la pelota, o a los videojuegos, juegos de ingenio, las artes marciales y sobre todo las computadoras. Siempre supe que eso era lo que quería hacer.

¿Por qué les cuento todo esto?

Cuando llegué a la universidad a estudiar Ingeniería Informática, pude observar cómo las demás chicas de mi clase solían formar grupo entre ellas, grupos pequeños ya que no éramos muchas mujeres. De cada 100 chicos había aproximadamente 5 chicas, y ese porcentaje disminuía a medida que avanzaba en la carrera. Incluso he llegado a cursar solo yo y 30 o 40 chicos. Personalmente, era mi ambiente, no me molestaba. Pero he conocido muchas chicas que se sentían incómodas con esa situación, así como también cohibidas. Las he visto ser intimidadas por ciertas situaciones y profesores, sentirse menos solo por el hecho de ser mujeres.

Eso me ha hecho preguntarme, ¿qué es lo que yo he vivido que ha hecho que mi camino por hacer lo que me gusta haya sido mucho más fácil que el de otras mujeres? Es entonces que vuelvo a mi infancia, y observo también la infancia de miles de niñas alrededor del mundo.

Si observamos con qué juegan los niños, podemos ver pelotas que desarrollan no solo su capacidad de coordinación sino también de trabajo en equipo y competencia, máquinas, herramientas y juegos de bloques o de ciencia, telescopios, microscopios, que estimulan el pensamiento lógico y la resolución de problemas. También hallamos autos y camiones que nos muestran conceptos básicos de física y a comprender causa y efecto.

En cambio, si observamos los juguetes de niñas encontramos bebés, juguetes de doctora, enfermera, maestra, que fortalecen las habilidades empáticas y el cuidado de los demás. También encontramos juegos de cocina o de quehaceres de la casa, que fomentan la responsabilidad sobre aquellas tareas asociadas al cuidado del hogar y las responsabilidades de la familia.

Y eso sí, “los niños con los niños” y “las niñas con las niñas”.

Hoy me pregunto, ¿qué tanto nos definen esos juguetes? ¿Cuál es el impacto de lo que vemos y oímos en nuestras casas? “Que jugar a la pelota es de varones“, “que los videojuegos son para nenes”, “que una niña debe ‘ser femenina’ y jugar con juguetes de ‘niña'”. Así como también el caso contrario, “que los varones no deben jugar con muñecas”, “que las niñas no se deben trepar a los árboles”, “que los varones no deben jugar a la casita”… y así podría continuar eternamente.

La crianza es clave

Los niños son esponjas, deseosos de absorber conocimientos. Si les dices a un niño que puede hacer algo, te va a creer. Si le dices que no puede hacerlo, también te va a creer. Lo que alimentemos en ellos será lo que va a definir su futuro.

Entonces, ¿quién define si algo es “de nenas” o “de nenes”? ¿Qué tanto impacta en el futuro de los niños? ¿Es pura casualidad que las mujeres suelan dedicarse más tiempo a tareas del hogar y en sus carreras profesionales suelan ser maestras, enfermeras, médicas, etc.? ¿Que la mayoría de las ingenierías y carreras de ciencia sean mayormente para hombres? ¿Que existan “trabajos de hombres” y “trabajos de mujeres”?

Si en vez de tener niños que juegan por un lado, y niñas por el otro, los uniéramos para que jueguen los mismos juegos, tendríamos niñas más fuertes y niños más empáticos. Así como también adultos más sanos y una sociedad mejor.

Los hombres y las mujeres “no somos iguales”. Pero eso no quita que al trabajar juntos enriquezcamos el resultado. No somos iguales, nos complementamos. Es por eso que necesitamos más mujeres en ingenierías, y más hombres cuidando niños.

Pero, en mi humilde opinión, eso solo podemos lograrlo si desde pequeños les sembramos por igual la semilla de la curiosidad por las ciencias, por la lógica y la tecnología, por los deportes, trabajo en equipo, competencia sana, por el cuidado de los demás y la empatía. Si dejamos que esos niños descubran lo que les gusta en vez de sesgarlos con nuestros pensamientos “sexistas”.

Entonces, no faltan mujeres en tecnología porque la “tecnología sea cosa de hombres”. Faltan mujeres porque no hemos sembrado en ellas la curiosidad ni recompensado la capacidad y el interés que las niñas tienen en las ciencias.

Nota de edición: Victoria Perdomo (Vic para mí) es una gran amiga que gentilmente cedió esta nota a ÁnimaData para su publicación. La admiro como desarrolladora, y honestamente quería su mirada sobre el tema. Podés contactar con ella en su LinkedIn.

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Victoria Perdomo

Dev, gamer, nómade digital, Fotógrafa amateur, amante de los viajes.