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Platzi ha llegado a hacer publicidad, sin medias tintas, que ser programador hacía que la gente ganara más dinero. ¿Ético? No, en absoluto, pero funcionaba. Logró tener cursos en su plataforma de marcas importantes, todo a través de una estrategia de marketing agresiva donde “saber programar significa ganar bien”.

CoderHouse empezó intentando mantener una imagen de prestigio, que sin embargo se fue diluyendo con el tiempo. Hubo alumnos que en off dijeron sentirse “estafados” por la cantidad de promociones que la empresa fue sacando. Sigue la misma estrategia de Udemy y otras marcas del sector: precios de lista caros, “descuentos” de hasta el 90%, compromiso de pago final.

Lo de DigitalHouse me parece insólito. Han llegado a ofrecer una “carrera” (entre comillas, porque carrera es otra cosa) donde dos empresas enormes del sector activamente captan gente. En vez de ofrecer una pasantía como cualquier empresa normal, usan su marca para conseguir potenciales trabajadores… que paguen por trabajar allí. “Poco ético pero la carrera es increíble”, me comentó en una mesa una chica que estudia la “carrera” de Certified Tech Developer.

Y Argentina Programa, que ha incluso ofrecido dinero a sus alumnos, terminó siendo un fracaso de enormes proporciones.

Estas empresas nacen como resultado de la falla del sector educativo a adaptarse a estos tiempos. Sin embargo, el tiempo dicta que pasa lo mismo que en una carrera universitaria: sistemas no es para cualquiera, y la gran mayoría de personas abandona antes de finalizar el primer semestre.

En este caso hay dinero involucrado y la mayoría de los estudiantes son jóvenes en busca de su primer experiencia en sistemas. No puede exprimirse mucho ese sector, y por ello las campañas de cursos son cada vez, más agresivas y polémicas.

Las empresas de capacitación tecnológica han intentado en mayor o menor medida vender sus cursos como “la panacea a los males económicos”. Sin embargo, el nivel de frustración alcanzado por aquellas personas que creyeron que con esto iban a salvarse de tener que trabajar en un taller, fue creciendo al punto tal que ahora es tangible. Todos conocemos a alguna persona que abandonó esas carreras, y las que aún continúan, tienen experiencia previa. Es decir, los que continúan no aprenden a programar, si no que se perfeccionan en un área.

Soluciones

Primero que nada, hay que bajar las expectativas de “la salvación”. Dejar de llenarle la cabeza a la gente con salvarse o trabajar en un unicornio (ya trabajé en uno, no es ni por cerca lo que uno imagina). Segundo, mejorar las bases de la educación obligatoria en cuanto a ciencias duras. Saber resolver una ecuación de segundo grado es un excelente indicio de la capacidad para programar.

Por último, como comenté antes en el blog, creo que hay que hacer pie en la vocación de la persona. Hacer una carrera de lo que uno quiere, y no en lo que uno es un negado completamente. En este último caso, simplemente se rinde mal.

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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.