Hace mucho no me pasaba: me angustié bastante este último jueves. El nivel de expectativas (irreales y mal dirigidas) vertidas por un cliente estas últimas semanas me dejó poco tranquilo.

Había un requerimiento, bastante simple en los hechos y que tengo una forma para resolver, de parte de un cliente. Lo resolví en el tiempo planteado. Pensaba que el requerimiento era simple, como se suponía que iba a ser. Incluso mostré mis avances con el cliente final y estaba conforme.

Pero algo no estaba bien. Detecté problemas de performance en el desarrollo, y lo comenté, ofreciendo alternativas, como buen desarrollador. Miré decenas de posts con documentación y también me orientaban a caminos que ya había tomado.

Pero no, el cliente estaba convencido que había una manera “mejor” de hacer las cosas. Y si bien era así según algunas alternativas, el cliente consideró que mi trabajo no estuvo terminado, que no era correcto, entre todo lo que escuchamos cuando el cliente piensa que no se llega a una entrega.

Obviamente, pedí ayuda. Ser senior no pasa por saber todo, si no por tener actitud y alternativas para un problema, por lo que está ok pedirla. No fue estrictamente negada, pero fue mal dada, que es peor que nada (y pocas cosas son más odiosas que un consejo mal dado, hace perder tiempo a ambas partes).

Toda esta situación, mas el obvio micromanagement ejercido, me hizo alcanzar un nivel de ansiedad pocas veces visto en mí. Una “tragedia” profesional. Llegué a pensar también que no iba a poder pagar el alquiler.

Si, estaba realmente muy mal.

Negociar con el cliente… o ni siquiera gastarse

Es increíble la cantidad de empresas que aplican mal las metodologías ágiles. Les falta principalmente la definición de “hecho”. Y sin eso nunca hay acuerdos posibles entre el equipo y los dueños del producto.

Me encantaría estar en el lugar que puedo decir “che, pero vos no aclaraste que esto es condición para que sea entregable”. Pero no, hay empresas que se manejan en la prehistoria y que sobreviven sin definiciones, sin acuerdos, solamente esperando que salgan bien las cosas, según el humor de sus managers.

La tarea estaba terminada. Pero no como el cliente quería. “El cliente siempre tiene la razón” es una mentira total. El cliente nunca acordó los términos de la tarea. Y si no lo aclara, es decisión del profesional la mejor forma de resolverla según sus capacidades.

Creo que falta más “agilismo” dentro de las organizaciones, para que esa ansiedad que tuve, por un requerimiento de negocio mal planteado y sin definiciones, no le suceda a tanta gente.

Porque si no tenemos claro qué y cómo, el subproducto es angustia. Es pensar constantemente que no llegás.

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Martín Longo

Director de Ánimadata y Business Intelligence Engineer. Quemadísimo, escribo acá mis opiniones.